Comenzaron diciendo que la inflación era transitoria y que iría reduciéndose entre finales de 2021 y comienzos de 2022. Está ocurriendo lo contrario: no solo no es transitoria ni remite sino que aumenta a medida que avanzan los meses, y es previsible que siga así a lo largo de 2022 sí no cambian las políticas monetarias o las condiciones generales de las economías y las finanzas globales.
El mantra durante estos meses para justificar la inflación ha sido el desajuste entre oferta y demanda, por un lado, y las dificultades de abastecimiento y transporte, por otro que han agudizado los desequilibrios. El propio presidente norteamericano Joe Biden se refería a estos dos aspectos recientemente, a los que sumaba específicamente el precio en ascenso de los automóviles y, lo que en realidad es una consecuencia, la subida de precios por parte de las empresas.
Las cosas no son exactamente así
Sin embargo, las cosas no son exactamente así y ya son muchos quienes creen que la inflación continuará en ascenso incluso aunque desciendan los precios de los automóviles y de la energía. Si queremos acercarnos a la realidad de la tendencia inflacionista es necesario añadir a las dos variables del mantra que comentábamos el alza de los salarios fruto de la demanda de mano de obra sobre una oferta insuficiente, y la presión de los trabajadores para adecuar los salarios a los precios alcistas.
Los desajustes entre demanda y oferta, a juicio de algunos analistas podrían frenarse o neutralizarse con una política monetaria menos expansiva ya que las compras de bonos con las que los bancos centrales han regado de liquidez del mercado y los tipos de interés tan bajos que siguen manteniéndose no hacen sino alentar el crecimiento de la demanda y con ello ese desajuste respecto a la oferta que provoca este crecimiento de los precios y la inflación, y que tiene visos de convertirse en uno de los problemas más serios de la actual economía.
En las últimas semanas sin embargo el Banco Central Europeo (BCE) ha manifestado qué no moverán los tipos de interés al menos hasta 2023 si bien la FED sí ha anunciado tres actuaciones de subida de tipos en 2022.
¿Son creíbles la FED y el BCE?
¿Es creíble que la FED vaya a comenzar estas subidas avanzado el año 2022 y más aún que el Banco Central Europeo no vaya a tocar los tipos en todo el año próximo? ¿Es real la intención de sus dirigentes de actuar de esta manera? ¿Permitirán las condiciones generales y el mantenimiento y el recalentamiento posible de las economías qué se retrase de esta manera la subida de tipos de interés o por el contrario las circunstancias obligarán a la FED y mucho más al BCE a actuar subiendo tipos antes de lo que vienen diciendo?
En definitiva ¿podemos creer a Powell y Lagarde en cuanto a sus propósitos respecto de los tipos de interés o debemos pasar por encima de sus declaraciones oficiales y hacer nuestras propias apuestas o previsiones respecto del momento en que los principales bancos centrales el mundo comenzarán a actuar subiendo los tipos de interés?