Para muchos sigue siendo una herejía financiera y monetaria plantear que los bancos centrales, tales como la FED y el Banco Central Europeo (BCE) modificaran el objetivo de inflación del 2%, qué marca siempre los límites de su política monetaria y de su actuación sobre los tipos de interés.
Pues bien, es un debate que ya está abierto, como recuerda en un artículo David Wessel, investigador principal de Brookings y autor también de dos best-sellers del New York Times: “In Fed We Trust: Ben Bernanke’s War on the Great Panic” (2009) y “Red Ink: Inside the High Stakes Politics of the Federal Budget” (2012), asi como ganador de dos Premios Pulitzer.
Abierto el debate para modificar el objetivo de inflación, algo que para muchos es una herejía financiera y monetaria
Wessel recuerda que la decisión de establecer un objetivo de inflación cómo eje de referencia para la intervención de los bancos centrales se estableció hace aproximadamente un cuarto de siglo, después de una etapa un tanto errática en la que los objetivos respecto de la masa monetaria, la celebré M3, distaban de hacer posible un ejercicio y una intervención monetaria eficaz y directa de los bancos centrales.
Una opción clara y fácil de explicar
El establecimiento de la inflación en un rango que con el tiempo se ha ido fijando en torno al 2% resultaba una opción relativamente clara, eficaz y relajante para los bancos centrales y a ello se lanzaron en primer lugar los bancos centrales de Nueva Zelanda y Canadá, a los que siguió el Banco de Inglaterra y posteriormente la FED, y el BCE en sus albores, allá por 1998.
Por otra parte, el objetivo de la inflación, como expresión de la función de vigilancia y control de la estabilidad de precios que la mayoría de los bancos centrales tiene encomendada, ha resultado un instrumento relativamente simple de explicar y de fácil seguimiento.
Sin embargo, la reciente crisis financiera ha servido para tomar conciencia de qué no basta con este objetivo y que existen factores determinantes de cara a provocar una recesión sobre los que los bancos centrales no ejercen su vigilancia.
Por ello, en la actualidad se plantea abiertamente desde distintos ámbitos que el objetivo del 2% de inflación es ya un objetivo caduco, que no serviría en caso de una nueva recesión.
Ha llevado a tipos extremadamente bajos que recortan la maniobra de los bancos centrales
El principal argumento es que este objetivo es el que ha llevado a una situación de tipos de interés extremadamente bajos e incluso negativos, una tendencia que previsiblemente podría mantenerse en los próximos años, y qué se convertiría, en el caso de una nueva recesión, en un obstáculo casi insalvable de cara a la maniobrabilidad que los bancos centrales necesitarían para reducir sus tipos de interés ante la inminencia de un periodo de contracción de la economía.
¿Por qué no el PIB como objetivo?
El execonomista jefe del Fondo Monetario Internacional, Olivier Blanchard ha planteado una opción que se mueve dentro del esquema de mantener un objetivo de inflación pero, en este caso, elevándolo del 2% al 4% lo que ofrecería una mayor capacidad de maniobra a los bancos centrales a la hora de reducir los tipos de interés en caso que hiciera se hiciera necesario.
Sin embargo, la apuesta de David Wessel es más atrevida ya que plantea establecer cómo objetivo y referencia de los bancos centrales el crecimiento del PIB. De esta manera el BCE o la FED establecerían un objetivo de PIB de referencia y reducirían los tipos de interés cuándo el PIB rompiera hacia abajo ese objetivo, y los elevarían cuando desborda en una en una situación ascendente dicho objetivo.
Establecer el PIB cómo objetivo de forma que BCE o FED reducirían tipos si baja y los subirían cuando crece
Con ello, además, se estaría atendiendo no solo al objetivo de la estabilidad de precios sino también al crecimiento de la economía y del empleo, dos factores ambos que impulsan la economía o la encaminan hacia la recesión.













