Todos estamos experimentando en carne propia el impacto de la pandemia del coronavirus, especialmente los que tienen algún familiar o ser querido infectado y no digamos si está en estado grave o incluso ha fallecido. Pues bien, la celebración del Día Mundial del Agua debería llevarnos a pensar que hay muchas personas que están sufriendo episodios y sentimientos tan dolorosos como los nuestros con ocasión de otros “coronavirus”, de otras pandemias, catástrofes y crisis, que no les afectan solo de forma transitoria sino permanente, y a todos, adultos, ancianos y niños, en muchos lugares de nuestro planeta.
Por eso, los profundos sufrimientos que está provocando esta crisis deberán llevarnos cuando termine a un cambio sustancial en el enfoque sobre esos otros “coronavirus” y los sufrimientos que de forma silenciosa invaden el planeta, y el riesgo de que se extiendan geográficamente o en cuanto a su naturaleza, como consecuencia del cambio climático, del calentamiento global, y la miopía de todos, que impide una acción decidida para cambiar las costumbres y detener el calentamiento global y los desequilibrios de todo orden que vive nuestro planeta. No en vano, la ONU, que cada año establece un lema para el Día Mundial del Agua, haya fijado para 2020 el de “Agua y Cambio Climático”.
Cuando hacemos algo tan sencillo como abrir un grifo, pensemos que cerca de un tercio de los habitantes de nuestro planeta no disponen de agua potable. Qué ocurriría si en los países avanzados abriéramos el grifo y sólo cayeran unas gotas, que impidieran que nos ducháramos durante largos minutos, privándonos del hielo para nuestras bebidas, o que tuviéramos que llegar a restringir el consumo de agua.
Riesgos asociados al cambio climático
Lo ocurrido con el coronavirus y su expansión obliga a reflexionar sobre las consecuencias de otros riesgos, especialmente los derivados del cambio climático. Es preciso que los gobiernos, las autoridades y los poderes económicos y financieros tomen nota de la fragilidad en que nos encontramos ante las crisis epidémicas, y entender que, en un futuro no muy lejano, pueden sobrevenir otras catástrofes y episodios que provoquen daños similares.
La lucha contra el cambio climático puede y debe convertirse en uno de los grandes objetivos comunes a todas las ideologías y los gobiernos
Es necesario preparar nuestras estructuras para nuevas y eventuales crisis derivadas de estos riesgos climáticos y de los desequilibrios y las carencias que sufren grandes poblaciones y grupos humanos. La lucha contra el cambio climático puede y debe convertirse en uno de los grandes objetivos comunes a todas las ideologías y los gobiernos para hacer de las sociedades lugares más vivibles, más justos, más solidarios y menos sometidos a catástrofes climáticas, que pueden comenzar a ser más habituales de lo que pensamos.
Ese es el gran desafío de nuestro tiempo. Debemos cambiar la mentalidad y abandonar la estéril dialéctica entre las soluciones de izquierdas y de derechas, que hoy se ha convertido en un lastre para el verdadero avance y progreso social, y centrarnos en el gran reto de luchar contra el cambio climático, contra los desequilibrios globales, contra la pobreza y la injusticia social y para encontrar fórmulas compartidas que puedan fortalecer las infraestructuras sociales, tales como los sistemas sanitarios, los de prevención y atención a las personas desamparadas, los seguros, los sistemas de protección social o el acceso a la vivienda y determinados servicios básicos.
A ello debe contribuir la industria financiera y el sector privado y modificar en lo que sea necesario su estructura y estrategias para facilitar el acceso a los recursos financieros y de todo tipo necesarios para este objetivo, el de fortalecer las estructuras sociales y asistenciales, asi como las de defensa y protección ante las catástrofes y las crisis climáticas y de otro índole que pudieran sobrevenir en el futuro.
Nuevas fórmulas de financiación sostenible que canalicen recursos rápidamente
Es necesario extender las fórmulas de financiación sostenible y encontrar nuevas fórmulas para hacer posible la canalización rápida y eficaz de los recursos financieros hacia estas necesidades y hacer posible un sistema empresarial económico y financiero que anteponga los intereses generales y los intereses sociales a otros intereses legítimos pero subordinados y complementarios con este objetivo común.
El Día Mundial del Agua no puede ser solo una ocasión para acciones de marketing
El Día Mundial del Agua, como el día mundial del medio ambiente u otros similares no puede ser una ocasión solamente para las acciones de marketing. Es precisa una acción coordinada, un compromiso global de los ciudadanos, la sociedad y los políticos para luchar en dos frentes: el de crear y desarrollar las estructuras públicas y privadas necesarias para hacer frente a este tipo de catástrofes, con la prevención y los medios suficientes, de forma que se atienda al mayor número de personas, sea cual sea su clase social, su capacidad económica, su raza o su edad; y, en segundo lugar, extender la solidaridad a todos aquellos que hoy ya padecen crisis demoledoras sin disponer de los medios necesarios para hacerles frente, esos millares de millones de seres humanos que viven en un “coronavirus continuo” de hambrunas, epidemias, fiebres y enfermedades, tempestades, tsunamis, terremotos y otras catástrofes que se llevan por delante las casas, las haciendas, lo poco que tienen, y hasta sus vidas y las de sus seres más queridos.
Esto no es un brindis al sol ni puede ser una oda lírica a la bondad del ser humano. Nos jugamos la supervivencia futura del actual sistema político-social, económico, empresarial y financiero. Y quizá, si nos ponemos más dramáticos, nuestra propia supervivencia en este planeta.
Juan Carlos Villanueva es secretario general del Observatorio Español de la Financiación Sostenible (OFISO)