Rentabilidad vs Sostenibilidad ¿ROE vs ESG?

Juan Carlos Villanueva
Juan Carlos Villanueva

No es infrecuente en las últimas semanas y meses leer o escuchar comentarios que evidencian un clima de opinión adverso hacia los factores ESG y el futuro de la sostenibilidad y la financiación sostenible, en la medida que se está transmitiendo la idea de que estos factores son un lastre para la rentabilidad y que, por tanto, debe replantearse e incluso reducirse su peso en las inversiones y en la financiación empresarial.

Quienes así piensan añaden que la regulación en esta materia es asfixiante y que el coste de cumplir los requerimientos es muy elevado y caro en recursos de todo tipo; aunque pesa también en su ánimo, sin confesarlo, el temor a incumplir sus compromisos ya contraídos o por contraer y que el mercado y los inversores particulares les penalicen por ello. Estos mensajes se transmiten con especial énfasis por parte de algunos inversores institucionales, grandes fondos y gestoras de fondos.

ESG Stop?
ESG Stop?

¿Es realmente así? ¿Vuelve a ser la rentabilidad el primer factor a considerar, orillando ESG? ¿Se debe redefinir el papel del sector financiero en la transición hacia Netzero? ¿Profit first, net zero second?

¿Serán un lastre para las inversiones, para el sector financiero y para el desarrollo de la economía y de la empresa, o más bien todo lo contrario y los factores ESG se convertirán en elementos sine qua non y condición indispensable para el desarrollo, e incluso la supervivencia de muchas empresas e instituciones?

Reservas entre grandes inversores pero impulso en los consumidores

Parece que avanzan las reservas respecto a la sostenibilidad, que son ya numerosos los que están aflojando públicamente en sus compromisos y que, por ello, larvadamente, se está produciendo un descompromiso de facto. Algunos de los referentes de la industria de la inversión han realizado movimientos que parecen refrendar esta tendencia, e incluso algunos han querido ver en el reciente Informe Draghi una llamada a la prudencia o la reserva respecto de los avances regulatorios en materia de sostenibilidad y finanzas sostenibles.

Sin embargo, entre los ciudadanos, consumidores e inversores particulares el proceso parece ser el contrario ya que avanza la concienciación acerca de la virtualidad y beneficios de la sostenibilidad y, especialmente entre los más jóvenes, empieza a valorarse el compromiso con la sostenibilidad y los factores ESG como un factor determinante a la hora de decidir una compra o una inversión, como lo vienen poniendo de manifiesto numerosas encuestas e informes independientes.

Entre los ciudadanos avanza la concienciación acerca de la virtualidad y beneficios de la sostenibilidad

Por otra parte, existen ejemplos en el ámbito internacional de que la apuesta por un proyecto sostenible y por las inversiones verdes y sostenibles, no solo no suponen un lastre sino que aportan un alto valor. Un valor no solo reputacional sino también financiero e incluso bursátil.

En OFISO estamos comprobando que también ocurre en España, como lo demuestran empresas como Iberdrola que intensifica su apuesta y sus inversiones decididamente en el terreno de las energías renovables y de la transición hacia una economía descarbonizada y está logrando así unos resultados empresariales y bursátiles sorprendentes; u otras compañías que incluyen entre sus KPIs a futuro, la sostenibilidad y los criterios ESG, tanto climáticos como de responsabilidad social o de gobierno corporativo.

En el ámbito de la banca también hay casos y ejemplos claros no solo en España sino también internacionalmente, con instituciones bancarias que apuestan decididamente por la sostenibilidad y la financiación sostenible a sus empresas clientes y a sus clientes individuales.

Creo por todo ello que los titubeos de algunos respecto de la sostenibilidad y del valor futuro de esta apuesta van a ser arrollados por el compromiso y por la propia realidad de quienes mantienen sus esfuerzos.

El valor de la sostenibilidad y los compromisos ESG

La rentabilidad es un factor importante pero también lo será en el futuro la sostenibilidad y el compromiso con los factores ESG, mediante la lucha contra el cambio climático y la transición hacia una economía netzero, la responsabilidad social y los avances en el gobierno corporativo y la incorporación de las mejores prácticas; no solo por el valor reputacional, comercial y de imagen que aporta sino como valor financiero y bursátil.

Todo ello sin olvidar que la ciencia viene demostrando un deterioro del planeta, del clima, de la biodiversidad y la naturaleza que traerá consigo, y está trayendo ya, grandes catástrofes y amenazas materiales, económicas y financieras. Los riesgos climáticos siguen ahí y se aceleran, tanto los riesgos físicos como los de transición, con una desvalorización de activos que seguirá carcomiendo el valor de determinados créditos, productos financieros y también inmuebles, viviendas, infraestructuras y hasta ciudades y regiones.

Precisamente, si hablamos de rentabilidad, el resultado económico no puede desligarse de este proceso catastrófico y estos riesgos que pueden acabar rebajando las perspectivas de rentabilidad de todo el tejido empresarial y financiero y, en general, de toda la economía.

Las perspectivas

¿Quién o qué posición será ganadora ganará en el futuro? ¿Cabe mirar para otro lado ante esta tesitura, escudándose en que por encima de la sostenibilidad está la rentabilidad y que los clientes no perdonarán a quien no mantenga su retorno? Manifestar que muchas regulaciones están desconectadas de los mercados y de sus necesidades y desarrollos, que los recursos destinados al cumplimiento normativo y a cumplir los exigencias de transparencia son un lastre para el resultado, ¿hará que los gobiernos y autoridades internacionales levanten el pie del acelerador normativo? ¿Estamos ante el inicio de una marcha atrás, de un parón en el avance de la sostenibilidad como vector económico y financiero de futuro?

Las tres grandes quejas

La mayoría de las  quejas se centran en tres grandes cuestiones: una regulación excesiva, demasiado prolija y hasta asfixiante; unos requerimientos de difusión de información y transparencia que consumen demasiados esfuerzos y recursos para las empresas e instituciones; y, finalmente, el riesgo de que el incumplimiento de algunos de los requerimientos o KPIs pueda traer consigo una severa o  excesiva penalización para el incumplidor, en el terreno comercial, reputacional o financiero y bursátil. En definitiva, un riesgo para su rentabilidad futura.

Resulta poco práctico negar la validez de estos argumentos dado que casi todos ellos contienen parte de razón. Lo que cabe discutir es si la solución es un parón en los esfuerzos y compromisos o más bien intentar equilibrar hasta donde sea posible las exigencias atendiendo a las quejas. Intentar una aproximación de los gobiernos y agencias supervisoras a las demandas y reclamaciones de los mercados, al tiempo que las empresas, entidades financieras y operadores del segmento de la financiación e inversión sostenible revisen algunos excesos y eviten asumir en el futuro compromisos excesivos o irrealizables con finalidades comerciales, o un uso irresponsable de  prácticas de greenwashing.

Creo que las dudas y vacilaciones no representarán una marcha atrás sino quizá un cierta pausa que debe servir para coger impulso y un mayor equilibrio de cara al futuro.

Téngase en cuenta que la opinión pública está consolidando su posición contra el CO2 y los grandes emisores de carbono, así como también contra los incumplidores de compromisos no solo climáticos sino también ESG, y que el activismo en este terreno continuará y crecerán las controversias, los litigios y las demandas contra quienes se resistan a incorporarse a estos nuevos compromisos éticos.

Quienes apuesten por este camino de compromiso equilibrado obtendrán, no sin esfuerzo, una posición de liderazgo que se traducirá en ventajas comerciales, reputacionales y financieras, y quienes se queden rezagados serán penalizados.

Limpiar el  panorama

Quizá este debate tenga el efecto positivo de limpiar el panorama, que lo verde, lo sostenible, los criterios ESG, los ODS de Naciones Unidas dejen de ser un simple barniz de imagen para muchos, que todos se retraten y que el mercado y los consumidores sepan dónde está cada quién; que se otorgue una financiación más ventajosa a quienes miran a largo plazo por el planeta y por el bienestar de los ciudadanos, que los inversores premien a las empresas que mantienen y van más allá en sus compromisos climáticos, sus responsabilidades sociales y sus esfuerzos y mejores prácticas en su gobierno corporativo. En definitiva, que el mercado y los consumidores premien a los más adelantados y penalicen a los que se echan atrás. Será la manera de demostrar que la sostenibilidad no está reñida con la rentabilidad; muy al contrario, los que lo asuman realmente con hechos serán los líderes del futuro.

Juan Carlos Villanueva es Secretario General de OFISO