El gurú y economista Nouriel Rubini se ha propuesto atacar la base de la que denomina criptomanía, es decir Blockchain, calificando esta tecnología como “una de las más infladas de la historia”, con dos grandes lastres: es lenta e ineficiente, como indica en un artículo en la web Project Syndicate que este profesor de la Escuela de Negocios Stern de NYU firma de forma compartida con Preston Byrne, miembro del Instituto Adam Smith.
Le atribuye dos grandes lastres: es lenta e ineficiente
Rubini no ahorra calificativos negativos para Blockchain, tecnología también denominada Distributed Ledger Technology (DLT), denominación que describe su carácter de libro de registro descentralizado, y considera en particular que es ineficiente y lenta, un anatema para las instituciones financieras y especialmente para el trading y las transacciones financieras, algo que se convierte en un escandaloso pecado si hablamos del trading algorítmico, caracterizado por la velocidad y la reducción máxima de latencia.
Las transacciones a través de la “cadena de bloques” requieren mayores necesidades de espacio, mayor capacidad de computo y mayor latencia que en una aplicación centralizada, añade. El célebre y polémico economista acude también a una de las críticas más recurrentes para esta nueva tecnología: su verificación demanda una inmensa cantidad de energía poniendo como ejemplo a Islandia donde la actividad de ”mining” de bitcoins, que como las restantes criptomonedas se fundamentan en la tecnología Blockchain, “va camino de consumir más energía este año que todos los hogares islandeses combinados”.
Bitcoin en Islandia “va camino de consumir más energía este año que todos los hogares islandeses combinados”
Solo ve justificable esta tecnología cuando la relación entre velocidad y verificabilidad realmente lo justifica, pero no es ese el argumento con que suele publicitarse la tecnología. Las propuestas de invertir en Blockchain repiten la promesa exagerada de que es una tecnología capaz de reemplazar industrias enteras (por ejemplo, la computación en la nube) y no reconocen sus limitaciones obvias.
Tampoco acepta el mantra de la desintermediación que traería asociada Blockchain y que haría desparecer o reducir la función de intermediarios (entidades financieras, fedatarios públicos y otras instituciones) en la realización de los contratos debido a que “hoy cualquier contrato financiero puede ser modificado o deliberadamente incumplido por los participantes. Reemplazar esta posibilidad con cláusulas automatizadas rígidas no dependientes de terceros fiables es comercialmente inviable, sobre todo porque obligaría a garantizar al 100% en efectivo todos los contratos financieros, lo cual es una locura desde un punto de vista de costo del capital”.
Poner fin a la exageración
“Ya es hora de poner fin a la exageración, afirma. El bitcoin es un dinosaurio lento y energéticamente ineficiente que nunca podrá procesar transacciones con tanta velocidad y tan bajo costo como una hoja de cálculo en Excel”, concluye Rubini, que añade que para las transferencias interbancarias nacionales e internacionales, el protoclo SWIFT utilizado por la gran mayoría de instituciones financieras, puede con tecnologías como Ripple para transferencias interbancarias internacionales.
Otro tanto ocurre, señala, con los “sistemas centralizados de pago electrónico con costos de transacción prácticamente nulos (Faster Payments, AliPay, WeChat Pay, Venmo, Paypal, Square) que tienen miles de millones de usuarios en todo el mundo”.
Transparencia más que velocidad
Solamente al final del artículo se permite Rubini una cierta redención para esta nueva tecnología aunque matiza que “por sí solo, el Blockchain poco tiene de revolucionario”. “En última instancia, el uso del Blockchain se limitará a aplicaciones específicas, bien definidas y complejas que demanden transparencia y resistencia a la adulteración más que velocidad (por ejemplo, la comunicación con autos sin conductor o drones)”.