Pedro Calvo
Financiación. El sueño de toda empresa. Grande, mediana o pequeña. Nueva o vieja. No hay tamaño ni edad en este terreno. El problema es cuando acaba en pesadilla. Cuando esa financiación se va de las manos, perdiendo su condición de palanca para convertirse en una condena.
Ahora que lo peor de la crisis ha quedado atrás y que España camina por su decimosexto trimestre consecutivo de crecimiento –y aspirando a crecer más de un 3% por tercer año consecutivo- emerge un peligro para las empresas: olvidar el pasado que desembocó en los problemas que estallaron desde 2007. Porque como concluyó –entre otros- el economista John Kenneth Galbraith, la memoria financiera es muy efímera, y existe la tentación de pensar que nunca más volverá a ocurrir. El eterno retorno del síndrome de ‘Esta vez es diferente’.
Una autovía con distintos carriles
Haciendo bueno el consejo de Rahm Emanuel, actual alcalde de Chicago y jefe de gabinete de Barack Obama entre 2009 y 2010, de que nunca hay que desaprovechar una crisis grave, España ha cambiado la fisonomía de su mercado de financiación en la última década. Donde había básicamente un carril, el de la financiación bancaria, se ha pasado a una completa autovía con distintos carriles, como el Mercado Alternativo Bursátil (MAB), el Mercado Alternativo de Renta Fija (MARF), el capital riesgo, los ‘business angels’ o las plataformas de financiación colaborativa (‘crowdfunding’), entre otras opciones, que ahora hacen compañía –y competencia- a los bancos.
Cada empresa debe tener claro qué necesita y con quién lo puede obtener
Este nuevo ecosistema mejora las posibilidades para las compañías. Para todas. Pero, al mismo tiempo, el entorno actual obliga a tener las cosas más claras que nunca para que este nuevo panorama conduzca al sueño, y no a la pesadilla, de la financiación. Debe ser palanca, y así debe estructurarse. Cada empresa –desde la ‘startup’ más disruptiva hasta la compañía más veterana- debe tener claro qué necesita y con quién lo puede obtener. Si le conviene más captar capital, dando entrada a nuevos accionistas, o deuda, generando nuevos acreedores. Para ello tendrá que hacer números. Calcular para qué necesita esos recursos, si podrá financiar su crecimiento con ellos y el retorno que les sacará, con el fin de saber si será suficiente para compensar el coste del capital o el coste de la deuda.
Parece básico, sin duda, pero es que el escenario actual de múltiples vías y agentes de financiación y de tipos de interés extraordinariamente bajos puede nublar la mente de las compañías. Como hay tantos posibles inversores, cualquiera y en cualquier circunstancia puede valer, se puede pensar. O como la deuda es tan barata, mejor nos endeudamos. Mejor así, porque poniendo menos capital, los beneficios por acción serán mayores, se continuará. Y además, la deuda es tan barata… se concluirá.
Existe el riesgo de considerar que lo extraordinario es la norma, cuando por definición no lo es
Y todo ello puede ser cierto… pero hay que hacer los números. Y deben partir de supuestos razonables. Porque las condiciones financieras actuales pueden causar estragos en el futuro. Es decir, porque existe el riesgo de considerar que lo extraordinario es la norma, cuando por definición no lo es. Y la situación actual no puede serlo más. Con los tipos de interés oficiales en el 0% y el rendimiento del activo libre de riesgo –el bono español a 10 años- en el 1,7%, los supuestos pueden conducir a unos resultados que muestren unos rendimientos potenciales magníficos o inviten a endeudarse sin la menor duda. Y cuanto más, mejor. Porque la tentación está ahí, sobre todo en el caso de la deuda, y parte de un planteamiento sencillo: ¿cómo desaprovechar una ocasión así? Al fin y al cabo, nada hay más poderoso en la economía que los incentivos, y los actuales, reflejados en unos tipos de interés reales negativos, estimulan el endeudamiento.
Pero eso mismo es lo que pasó en los años previos a 2007. Y ahora sabemos qué vino luego, con muchas empresas sepultadas en deuda. La historia no tiene por qué repetirse. Por si acaso, eso sí, mejor hacer bien los números. Con holgura, para no quedar atrapados en las anormales condiciones actuales. Para que la financiación sea lo que debe ser: una potente palanca para las empresas.