La subida de salarios prevista para 2025, con aumentos en torno al 3%-3,5%, tendrá impactos significativos en la economía, las empresas y el sector financiero. El impulso al consumo será beneficioso para sectores como el comercio minorista, la hostelería y bienes de consumo duradero. Pero tambien puede ser una espada de Damocles para aquellas empresas con menos capacidad de maniobra en cuanto a sus costes y puede tener efectos inflacionarios en la medida que se trasladen a los precios.
En términos generales, las empresas con estructuras de costes ajustadas (pymes y sectores intensivos en mano de obra como agricultura o servicios básicos) sufrirán más que las grandes empresas, con mayores recursos para absorber costes o renegociar contratos y precios.
Para contrarrestar los mayores costes laborales, las empresas deberán invertir más en tecnología, automatización y formación, lo que puede impulsar la productividad a medio y largo plazo.
Quiero esto decir que las empresas más innovadoras y consumidoras de tecnología pueden usar esta circunstancia para diferenciarse, mientras que otras más tradicionales pueden enfrentar mayores dificultades. Adicionalmente, el aumento de los costes laborales para los sectores exportadores puede reducir su competitividad internacional si no va acompañado de mejoras en productividad.
Mayor demanda de crédito y riesgos inflacionarios
Desde el punto de vista financiero, el aumento del poder adquisitivo puede incentivar a las familias a tomar préstamos para bienes duraderos, vivienda o inversión en educación, lo que beneficiará a los bancos minoristas, mientras que algunas empresas pueden sufrir tensiones financieras que aumenten la posibilidad de impagos y con ello el riesgo de crédito para los bancos.
Una inflación por encima de lo previsto puede llevar a endurecer la política monetaria y encarecer el coste del crédito
Por otra parte, las subidas salariales suelen traducirse en una inflación por encima de lo previsto, circunstancia que puede llevar al banco central a endurecer la política monetaria, encareciendo el coste del crédito, que afectaría tanto a las empresas como a los consumidores.
En resumen, una elevación salarial como la anunciada para 2025 tendrá efectos positivos en la capacidad de compra de los ciudadanos y debería ir acompañada de una mayor inversión de la empresa en tecnología y formación con el fín de evitar la pérdida de productividad y competitividad, una política fiscal que incentive esta inversión, y una respuesta del sector financiero facilitando recursos y créditos especialmente focalizados en las necesidades de digitalización de las empresas.