Gonzalo Rubio
Estamos observando una mejora de la estabilidad financiera global que, sin duda, parece justificarse por el continuo incremento en los mercados de renta variable internacionales y por una mejora en las expectativas de crecimiento de las economías en el mundo. Todo ello se plasma en la caída de las primas de riesgo y en disminuciones sostenidas de las volatilidades de los mercados financieros.
Aunque siguen existiendo serios desequilibrios económicos internacionales y una necesidad de consolidar el crecimiento del output potencial con medidas permanentes de innovación que, además, vayan acompañadas de una radical disminución de la discrepancia entre la velocidad de la tasa del cambio tecnológico y la tasa a la que la distribución de conocimientos evoluciona entre la población, parecen existir razones para un optimismo moderado.
Disminuyen los riegos macroeconómicos
Estamos, en definitiva, ante una disminución de los riesgos macroeconómicos y ante un elevado consenso sobre mayores crecimientos, mayores tasas de inflación e incrementos de los tipos de interés. Especialmente importante es el incremento en la pendiente de las curvas de tipos de interés que ayuda a la mejora de la rentabilidad de las instituciones financieras, además de ser un excelente indicador adelantado sobre las expectativas de crecimiento futuras.
Hay, sin embargo, otro aspecto de la situación internacional que no acompaña precisamente al optimismo. La incertidumbre política que se vive en el mundo con una creciente polarización de intereses entre el mundo anglosajón, Europa y Rusia y con China como observador inteligente, hace dudar de la capacidad de la economía internacional para lograr tasas de crecimiento sostenibles. De hecho, estamos viviendo una sorprendente (por lo novedosa) falta de relación entre el grado de incertidumbre política y el nivel de la volatilidad de los mercados financieros.
A día de hoy existen índices que miden el grado de incertidumbre política que muestran una elevada correlación histórica entre dicho grado de incertidumbre y la volatilidad de los mercados. Sin embargo, desde la elección del presidente Trump, la clara y positiva correlación histórica entre ambas variables ha desaparecido. Mientras que el índice de incertidumbre política ha alcanzado prácticamente sus niveles más altos desde su creación (su tercer nivel más alto en los 32 años de los que disponemos series históricas), el índice de volatilidad de la renta variable estadounidense, VIX, ha permanecido en niveles por debajo de su media histórica, llegando a estar por debajo del 10% durante el mes de mayo.
La correlación entre incertidumbre política y volatilidad de los mercados ha desaparecido
La pregunta que surge de forma inmediata es ¿cómo podemos explicar la falta de relación entre la incertidumbre política y la volatilidad de los mercados financieros cuando sabemos que ambas han estado muy vinculadas en los últimos treinta años?
La investigación académica nos ha enseñado que la volatilidad de los mercados es una función del producto entre el grado de incertidumbre política y la precisión de las señales (información) política. Naturalmente, si tomamos como constante la precisión de la llegada de información o de las señales políticas, resulta evidente que la relación histórica observada entre volatilidad e incertidumbre política es esperable. Sin embargo ¿qué pasa si las señales políticas no son constantes y en particular han disminuido desde la llegada del presidente Trump? Esta simple observación explica la actual falta de relación entre la incertidumbre política en la que vive el mundo y la bajísima volatilidad financiera internacional.
Los mercados financieros viven un consenso artificial que nos conduce a bajas volatilidades
Es cierto, que el flujo de noticias políticas es enorme con el presidente Trump “informándonos” en tiempo real. Sin embargo, la cuestión no es la cantidad de noticias políticas sino la calidad de las mismas. Y éste es precisamente el problema. La precisión de las señales políticas es bajísima, dado lo difícil que resulta verificar dichas noticias. Ante ello, los mercados financieros viven un consenso artificial que nos conduce a bajas volatilidades.
Lo que debemos preguntarnos, dados los potenciales desequilibrios internacionales, es lo que pasará con la volatilidad de los mercados si la precisión de las señales de la política estadounidense deja de ser baja y termina siendo negativa sin ambigüedades. A modo de ejemplo ¿qué pasaría si se confirma un mayor proteccionismo con perjudiciales efectos sobre el comercio mundial y una falta de voluntad contra la lucha del cambio climático? Veremos lo que ocurre. Lo que sí sabemos es que incertidumbre política y volatilidad de los mercados volverán a estar muy correlacionados.