Antoni Ballabriga
Global Head of Sustainability Intelligence & Advocacy en BBVA
“Somos lo que hacemos, no lo que decimos”. Estas eran las palabras del Sultán Al Jaber, presidente de la COP28 en su intervención tras la firma del acuerdo. Y proseguía así: “Se trata de un paquete histórico mejorado y equilibrado, pero no nos equivoquemos; para acelerar la acción climática debemos tomar las medidas necesarias para convertir este acuerdo en acciones tangibles”.
Han pasado ya unos meses del acuerdo final de la COP28 en Dubai y hemos podido ver ya muchas valoraciones desde diversas perspectivas. El secretario ejecutivo de cambio climático de Naciones Unidas, Simon Stiell, afirmaba que “no pasamos página de la era de los combustibles fósiles, pero este resultado es el principio del fin”. Desde otro ángulo, el director ejecutivo de Greenpeace Africa concluía que “el acuerdo de hoy representa un paso esperanzador en nuestro camino colectivo para limitar el calentamiento a 1,5 grados. Sin embargo, su verdadero valor se medirá por las acciones tangibles que impulse, particularmente en las comunidades que durante mucho tiempo han soportado la peor parte del cambio climático”.
¿Hemos de verdad avanzado con la COP28?
Sin duda, hemos avanzado en un acuerdo final con compromisos hasta ahora nunca vistos en materia de mitigación. En especial, destacan la mención expresa al ‘transition away’ a los combustibles fósiles en línea con la ciencia; el objetivo de triplicar la capacidad en energías renovables y doblar la mejora de la eficiencia energética a 2030; o la aceleración de la reducción de emisiones de metano también para 2030. Muy probablemente era un acuerdo inimaginable, más teniendo en cuenta el liderazgo del proceso por parte de un país cuya riqueza se sustenta en la explotación de los combustibles fósiles. Pero seguramente este liderazgo ha sido clave para el éxito.
Si no hubiera habido una presidencia de los Emiratos Árabes Unidos, difícilmente habríamos alcanzadouna expresión nítida del inicio del fin de los combustibles fósiles.
En cuanto a financiación climática también podemos calificar de histórica la concreción del fondo de pérdidas y daños aunque c on una simbólica dotación inicial de 792 millones de dólares, un grano de arena ante las decenas de miles de millones que serán necesarios para paliar los efectos que el cambio climático está ya teniendo. Por contra, no se ha avanzado en la cuantificación del objetivo en el apoyo financiero de los países desarrollados a los países en desarrollo. Es imperativo ampliar en la COP29 el objetivo actual de 100.000 millones de dólares al año que se acordó en Copenhague.
COP28. Somos lo que hacemos, no lo que decimos
Una movilización que, junto con la reforma del Banco Mundial e instituciones multilaterales, debe permitir atraer capital privado a gran escala para cerrar la inmensa brecha de inversión existente actualmente en estos países. Según la Agencia Internacional de la Energía, solo en energía limpia es necesario triplicar los 770 mil millones actuales hasta los 2,8 billones de dólares al año en 2030.
Pero más allá del acuerdo final, la COP28 ha servido también para impulsar compromisos y planes, tanto por parte de los gobiernos, como de las empresas. Destaca el chárter de descarbonización del petróleo y el gas firmado por 50 empresas que representan el 40 % de la producción mundial, con el fin de reducir sus emisiones de alcance 1 y 2 en 2030. También sobresale en materia de financiación climática el impulso de los bancos multilaterales de desarrollo, comprometiendo más de 180 mil millones de dólares adicionales para los próximos años, o la movilización de más de 85 mil millones de dólares en fondos público-privados.
La cumbre climática en Dubai ha significado, por tanto, un salto relevante en la agenda climática, aunque insuficiente para acelerar la profunda transformación que necesitamos. Una vez más, surge la cuestión de si estamos avanzando de verdad con estas cumbres anuales y este tipo de gobernanza mundial que hoy tenemos. Sin duda, el modelo es imperfecto y requeriría una revisión fundamental, pero tal y como se recoge en el texto final de la COP28, desde el Acuerdo de París en 2015 se ha logrado pasar de un aumento esperado de la temperatura global de 4°C según algunas proyecciones anteriores a la adopción de dicho Acuerdo hasta un aumento en el rango de 2,1 a 2,8°C con la plena implementación de las últimas contribuciones determinadas a nivel nacional.
Nos queda todavía acelerar mucho más. Por ello, los avances de esta cumbre deberán valorarse como siempre en la medida que se trasladen a planes y políticas concretas y se asegure su implementación.
Volviendo a las palabras de Al Jaber: “Somos lo que hacemos, no lo que decimos”.
Publicado en el Blog OFISO Ver aquí